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Antes de comenzar a hablar de la experiencia de Orientaflor-Orientalore merece que nos detengamos un momento en cómo surgió y cuál fue su punto de partida. Son 30 años de experiencia educativa con niños, jóvenes y familias distintas donde se asientan cimientos Orientaflor-Orientalore. El Diseño Orientalore-Orientaflor surge como fruto de años y años de relación con el fracaso escolar, con las realidades más desfavorecidas de todo el Estado, con las familias, barrios y niños más olvidados y menos tenidos en cuenta por este banco de recursos, posibilidades y éxitos que pretende ser el Sistema Escolar, la Administración Educativa y toda la red socioeducativa en su conjunto.
Desde las calles, las casas, los centros educativos, los grupos, asociaciones, pisos y casas de acogida, Granjas Escuelas, Colonias, actividades de ocio y tiempo libre, desde la arena del parque, los bancos y los columpios, las cenas y las comidas, los tes y café a la puerta de tiendas y locales, las fiestas y la vida, mucha vida única y diferente… surge Orientaflor-Orientalore.
Miles de historias de avance y nuevas oportunidades, de aprendizaje y reto, en lo seguro y lo misterioso, en lo calculado y lo mágico de las personas y situaciones, pequeños y grandes.
Surge en la visión panorámica de vidas que con el tiempo se reconocen, en el inicio de todo, como “niños perdidos”. Niños y niñas que vivieron dentro del cuento aquel, en terreno de nadie y con el tiempo parado para el avance y el recuerdo del éxito cada vez más lejano. Historias de dificultades y necesidades desde la Primera Infancia ¡tan importante! que van pasando desapercibidas, impotentes, o mal miradas y valoradas en sus potencialidades y limites en contra tristemente de modelos y paradigmas que escuelas y corrientes pedagógicas que nos anteceden pusieron esfuerzo y apuesta personal en cambiar, y como a ellos y ellas ahora a nosotros también nos retan y movilizan al cambio y la mejora educativa. Niños que hubiesen necesitado un antes, y por la razón que fuese, no llegó.
Pretende cosas muy sencillas pero vitales para que los niños avancen y no se pierdan. Porque existe una isla, como aquella de Peter Pan, donde van los “niños perdidos”. Mis decisiones, las que nos convierten en lo que somos. 46 años de ver mucho. Aprender por cada esquina. Cada profesional, cada lugar, cada proyecto, calles, barrios, tiendas, parques y mi propia vida y crecimiento. Las miradas de niños perdidos, tan distintos y con muy iguales miradas, han sido mi aprendizaje. Esos niños que conocemos y sabemos de su historia. Podemos hasta ponerlos nombre. Un día llegaron y se ilusionaron con todo, cargados como venían de deseos de recibir tanto, confiados y pequeños. Sin culpa exclusiva de nadie, muy seguro empeño tras empeño el de muchos y la acción desenfocada de otros, ellos y ellas de creer que podían, estos pequeños, chocando con lo adulto, pasaron a olvidarlo todo. Todo éxito, toda posibilidad, todo brillo por lo nuevo. Decidieron crear una isla, donde la memoria se pierde y se hace poco ruido. Ya con 4 o 5 años pueden tomar esa decisión. En primero se va apagando y en segundo, aunque sonríen, han perdido tanto por el camino que, en ese vacío de aprendizajes, los padres puede que despierten, venzan imágenes y miedos, y se decidan a conocerlo, irle a buscar. Como nunca se llega tarde a la vida de nadie, lo encuentran. Llegamos a tiempo, cuando decidimos que queremos aprender de ellos, nos dejan una lección pendiente a nuestra elección y si la elegimos, el cambio es posible.
Nace en un pueblo y en la historia de una niña que fui yo y que, cuidándola bien y como se merece, me empeño en seguir siéndolo. Todos tenemos un lugar en la infancia.
Unos paseos que recorremos una y otra vez llenos de magia y encuentro. Paisajes, sonidos, sensaciones que nos llenan de la presencia de personas que nos quisieron, nos enseñaron lo que sabían y a su lado comenzamos a conocer el mundo, nuestro mundo, como algo maravilloso y único, como lo hace cualquiera de nuestros hijos, cualquier niño o niña a lo largo y ancho del mundo. Pero ¿cómo surge el nombre de Orientaflor-Orientalore?. Si esto es una historia de niños desde el principio y espero hasta el final, será un niño, como hasta hoy, el protagonista. Años y años trabajando en diferentes plataformas, en distintas realidades, de muy diversas maneras, y en especial con las más heridas, y aún con mi sobrino Markel delante no era capaz de explicarle en el sofá de casa de mis padres qué era eso de orientar.
“Izeko (tía) -me dice- y ¿tú qué haces?”. Buena pregunta. Él muy curioso e intrigado me hizo pasar por todos los profesionales de la educación que tenía cercanos en ese momento: tutor, profesor de música, profesora de gimnasia, etc. pero no había manera de encajar a su izeko en nada de eso. Quise que incorporara la palabra “Orientadorea” (Orientador/a) y el niño hizo el resto.
¿“Orientalorea”?, a ver… Orientalorea… Ah ya sé tú haces crecer las flores y los niños” (lorea en euskera significa flor). Orientaflor-Orientalore ya tenía nombre. Con el nombre las cosas comienzan a existir. ¡Qué mejor imagen que quien hace crecer naturalmente la vida y la natura para entender la ayuda al crecimiento en procesos de pequeños y grandes! Tengo que reconocer que esa experiencia o las que vendrán después es lo que más me mueve al esfuerzo y trabajo constante, sea el que; lo que más me impulsa es disfrutar de esa…Magia.
Muchos años atrás ya había aprendido a sobrevivir y sonreír. Orientaflor-Orientalore antes de que mi sobrino la pusiera ese nombre, ya había recorrido historias y tierras diferentes. Ella aún sin nacer y yo creciendo y mejorando vivimos en Zaragoza, en Valencia, en Granada, en Pamplona, en Barcelona. Conocimos Córdoba, Soria, Madrid, Galicia, Málaga, Almería, Huelva, Sevilla, Gerona… y sus gentes, sus casas, sus barrios, sus colegios también de educación especial, de integración, asociaciones, plataformas educativas distintas, ONG y grandes educadores y profesionales y muchos y buenos amigos y amigas. Especialmente ví su infancia, la más herida, repartida y real por los diferentes lugares. Conocimos tanto que la urgencia de responder no sólo me llevó a la acción del día a día, sino que aquel grito se quedó conmigo y decidí dedicarme a él, eligiendo esas primeras edades y centrar ahí mi trabajo, mi vida que se expresa así. A veces, dos cosas, que, si lo miras con distancia, son una palabra: Vocación. Y a partir de ahí, libres, empiezan a ser lo mismo. Decidí incorporar la idea de Orientaflor-Orientalore a mi labor diaria de Orientación.
El objetivo es hacer de los metros cuadrados una experiencia educativa, una arquitectura para el avance y el crecimiento. Y así, efectiva y afectiva, está resultando Orientaflor-Orientalore.
Normalmente las cosas se ponen en marcha por que se han acumulado los engranajes necesarios a lo largo de diferentes experiencias que nos hemos dejado vivir, porque han aparecido en el proceso muchos intentos fallidos de aparente fracaso y enorme aprendizaje y porque, finalmente, todo ese camino nos ha conducido al momento justo, en el lugar preciso, con la persona o personas adecuadas. Es el instante donde los interrogantes y búsquedas que persistentemente se han querido resolver se unen y empujan a la creación e invención de algo nuevo. Ocurre en distintas ocasiones que los tiempos de la Administración no son tiempos de Innovación. Los sistemas van más lentos, tardan más en reorganizarse y dar pasos adelante. Pero a las personas sí nos toca esa avanzadilla, sin grandes miras ni plumas doradas, nos toca arriesgar y apostar, creer en uno mismo y en lo que ofrece.
En breve los cuentos, nueva web, nuevo diseño de materiales de exploración e intervención, nuevas dinámicas; y el diseño continúa- Los niños y sus necesidades estiran cada día lo que Orientaflor-Orientalore ES.
De esos desafíos, en la búsqueda de respuestas a esos interrogantes, experiencias y dudas que se vienen con nosotros fuera de las aulas, nace Orientaflor-Orientalore. Vivir esas experiencias cercanas al fracaso y los procesos rotos cerca del mundo laboral o la difícil inserción social, en las esquinas de alguna cárcel o el ropero donde acude alguna digna persona sintecho, en las puertas de una casa de acogida a la mujer que necesita de muy poco y ha sido vaciada de tanto, en el comedor de quien llega con muchos sueños y detrás trae sus hijos y familia, en todo eso, ya estaba Orientaflor-Orientalore.
Cada historia, como educadores, nos enseña empatía y comprensión ante el esfuerzo que se ha realizado y lo que nos queda aún por hacer y trabajar por la infancia, por los derechos del niño, su bienestar material y no material a lo largo de esos primeros años de vida que serán el éxito o el fracaso seguro por vencer y vencerá, por lo caminos que decida, en su vida adulta. En este tiempo sigo dejándome sentir nuevos caminos como siempre desde lo que tengo y lo que soy y dándolo todo sin reserva, sin dependencias, con la libertad de ayudar como cada uno y cada una merece ser ayudado.
¿Una mujer amante de la Ciencia puede decir que Cree en lo Magnifico de la Vida? Yo. Si. Y sigo el camino, sencillamente.
Orientaflor - Orientalore
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